sábado, 16 de noviembre de 2013

Martín: retrato del sacrificio hecho

  Los blancos rulos de Mica se llenaban de polvo cuando la corría a Minnie, que encontraba un lugar seguro en lo más alto del mueble de la cocina. Al lado del caniche toy, que ahora lucía sus prolijos pelos con una tonalidad parda por la persecución, estaba Millie con la lengua afuera. Ambas perras estaban expectantes de cualquier movimiento que haga la gata, que lamía su cola desde la cima del mostrador, generando la envidia de todos en esa habitación.

 -La única forma de que haya paz en esta casa, es cuando los tres están durmiendo- me dice Martín, mientras una mezcla de sonrisa y frustración de le dibuja en la cara. –A Millie la encontró mi mamá en una publicación de Facebook. Una chica la había visto muy desnutrida y la ofrecía en adopción. Entonces mi vieja se contactó en seguida con la chica y se trajo a la “perrita”.

  Las tres mascotas son la alegría de la casa, y a veces los dolores de cabeza, en el hogar de Martín Aravena. En él viven su madre, su tío y, provisoriamente, Jesús, un amigo de la familia salteño que ahora estudia en Buenos Aires.
  No tiene hermanos de sangre. Pero agradece a la suerte que le regalo varios compañeros incondicionales de la vida. Jesús es uno. Pero no se olvida mencionar a Nicolás ni a Alan, que siempre están con él cuando los necesita. Para responder un mensaje de texto, una llamada por teléfono o pasar los minutos en el chat. Martín aprovecha toda la tecnología para mantenerse en contacto con sus amigos, con sus hermanos de la vida.

GUSTOS

  El mate amargo ayuda a despabilar y soltar la lengua en la fresca mañana en Quilmes, mientras de fondo se escucha música de todo tipo. Del ritmo tropical y pegadizo de Daddy Yankee se pasa al rock nacional y luego llegará, para quedarse por un par de horas, las canciones clásicas de Madonna y Michael Jackson.

-A mi vieja le fascina la música ochentera (sic), y como desde chico la escuchaba siempre en casa, me quedaron como ídolos ellos dos- explica Martín, que le otorga un lugar especial en su vida a la música. La escucha en los viajes, en las esperas de las cursadas, en su casa, cuando está cansado o enojado. Cada ritmo, excepto la cumbia, acompaña un estado de ánimo de él, lo ayuda a hacer pasar el tiempo y disfrutar cada instante de cada día.

  Algunos pequeños retratos de él con traje de baño decoran los estantes en donde ahora se posó el gato, tentando a los perros que ahora rayan las paredes. Son varias las fotografías de Martín haciendo natación, donde a medida que se veía una mayor estatura las fotos iban mejorando su calidad progresivamente.
  Baja la mirada y se rasca la barbilla cuando menciona que no está entrenando en una piscina, como lo hace desde los tres años. Hoy, ya con 25, está por recibirse y los tiempos no le encajan para poder zambullirse en el agua tres veces por semana.



ESTUDIOS

  Sólo le quedan dos materias –y la tesis, la cual todavía no descifro el tema del que va a hablar- para recibirse de Licenciado de Comunicación Social. Empezó en la extensión de la Universidad Nacional de La Plata que queda en Moreno, pero las dos cátedras que le quedan ya no se cursan más allí, por lo que tuvo que aventurarse a la ciudad de las Diagonales.
  Se le dibuja un hoyuelo en la mejilla cuando recuerda el temor a perderse en una ciudad mucho más grande, con gente que corría y bocinas que sonaban sin parar. Sin embargo, con el tiempo empezó a acostumbrarse a que hablen de “pollajerías” y no de pollerías, y le encontró el gusto a acortar cuadras caminando por las diagonales.

-En la planificación me desenvolví muy bien porque tiene que ver con la elaboración de proyectos comunicacionales, que me encanta. Además, los trabajos grupales y la acción conjunta me gustan mucho para llevar adelante un proyecto.- explica Martín, a la hora de responder por qué eligió la orientación de Planificación Técnica.
  Su elección por la Comunicación Social fue más una apuesta. No sabía con qué se iba a encontrar, pero sus gustos lo llevaron allí por decantación. Rechaza las matemáticas, como sus perras rechazan la posibilidad de rendirse a la hora de esperar que Minnie baje del estante. Con el paso de las cursadas, los textos, los trabajos y, por supuesto, el tiempo, le tomó el gusto a la carrera, que ahora lo llena de pasión.
  La misma pasión que lo mueve, cada día que tiene que dar el presente en clases, a levantarse temprano y, casi sin desayunar, ir a la estación de Once que lo deja en Retiro. Desde allí un ómnibus de una hora, si no hay un piquete o un accidente de por medio, lo deja en Plaza Italia, desde donde debe volver a tomar otro colectivo que lo deje en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social. A la vuelta –y después de aguantar algunas tediosas cursadas- vuelve con la tranquilidad de que no tiene horario de llegada, pero con la esperanza de que su mamá lo reciba con una buena cena casera.

-Casi nunca discutimos, pero si peleamos por algo, no dura mucho- define Martín. Su madre tenía 16 años en 1988, por lo que ambos recorrieron juntos el proceso de maduración, creando una relación de compañeros, de amigos, de hermanos.

DISCAPACIDAD
 
  No le tiene miedo al perjuicio, asegura Martín. Su dificultad motriz no le impide desenvolverse de forma normal por el inmenso edificio de la Facultad. Tampoco tiene problema alguno para estudiar, aunque ganas no le sobran. Caracteriza a su método de aprobar materias, con porcentajes redondeados, donde la imaginación supera por más del doble a los conocimientos teóricos.
  Si bien él es totalmente independiente a la hora de movilizarse, siente que es necesario gestionar mejoras desde lo estructural, para que alumnos diferentes dificultades puedan llegar a las aulas sin inconvenientes. No sólo se queda con rampas o ascensores, sino que tiene claro que, una vez estén sentados en un banco, reciban contención y atención pedagógica de parte de los profesionales.

-No es sólo sentarlo junto al resto que está en la clase, sino que para que los alumnos puedan llevar al día las materias en la facultad, es necesario un acompañamiento más cercano. Y los profesores deben tener un asesoramiento en cuánto a cómo tratar a alguien diferente al resto.- dice Martín, que ahora no precisa cuidado especial, pero que si lo tuvo cuando era más chico.

  Se ríe Martín. Imagina, cuenta chistes, delira. Su mente, a veces, se desplaza a veces hacia otros lugares y se olvida de la presencia del corresponsal. Pero la sonrisa no se desdibuja de su cara. Salvo, cuando Minnie salta del estante, tirando uno de los retratos. Las perras corren y ladran. Martín, los sigue y grita. La que sigue sonriendo, es la gata.




Fernando Brovelli

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