Andrés: la receta para no bajar los brazos
Los peces competían por ver cuál era el que se
llevaba el mayor caudal alimenticio. Las artemias significaban mucho para
aquellos seres que nadaban a lo largo de la pecera. Eso es lo que generalmente
les da para que se alimenten Andrés, quien los recibió de regalo de sus tíos el
mismo día que desgraciadamente dejó la puerta de su casa abierta y escapó su
perro Pipo, hace un año.
- Ese día lloré como
pocas veces en mi vida. Siempre paso por el barrio de mi anterior casa, sueño
con volver a encontrarlo- cuenta el joven platense de 20 años, entre un ida y
vuelta constante de mates que compartimos sentados en la mesa del comedor de su
hogar.
Allí vive desde
hace unos meses con su madre y sus dos hermanos, uno mayor y otro menor, los
cuales aparecen en innumerables fotos que dejan sin espacio el modular del
living. Visita frecuentemente a su padre, quien vive a escasas cuadras de él,
las cuales transita en bicicleta por el peligroso diagonal 74, y tiene una
excelente relación con su ex esposa. Eso no es lo que Andrés Castillejos
desearía respecto de su familia, pero lo sobrelleva de la mejor manera.
- Al
menos, es como un premio consuelo y una satisfacción que ellos se lleven bien.
La mayoría de las ex parejas no mantienen un buen trato y eso afecta a sus
hijos- su rostro sufre una trasformación, pasa de un matiz radiante y risueña a
una circunspecta y sensible.
La escuela y el
rugby le aportaron un gran número de amigos, el cual pretende seguir
incrementando en el hábitat universitario. “La amistad es como una una
pequeña caja que siempre está abierta y tiene espacio disponible”, con una
cálida sonrisa que no logra disimular su emergente mirada ruborizada por soltar
la frase a la que llama “cursi”, entre risas.
Gustos
En los largos
escalones de cemento, rodeado de banderas y camisetas de rayas rojas y blancas,
se encuentra Andrés con su hermano mayor Tobías, fin de semana por medio. Su
pasión, su locura, su sangre, su sufrimiento; todo relacionado con Estudiantes
de La Plata. Fanático
desde pequeño, no se ausenta nunca cuando su equipo juega de local.
- Voy siempre con
Tobías, a veces con mi papá. Lautaro (el menor) nos acompaña muy poco. Vamos a
la popular porque es una fiesta comparado con la platea- así con entusiasmo
transparenta sus sentimientos para con su equipo, al cual le es fiel.
Sólo falta los
sábados o domingos, días que el barro cubre su cara y su vestimenta deportiva,
me cuenta Andrés mientras ya estamos en la mesa del patio en una tarde soleada.
Tratando de evitar las caídas y escurriéndose entre los jugadores rivales,
defiende los colores del club San Luis en la categoría M 22. Hace ocho años
incursionó allí y le encantaría “seguir muchos años más, porque es mi segunda
casa”.
No se queda
sólo en el rugby. Los deportes con paleta son de su paladar, asegura Andrés en
el momento en que desprende de la regadera que tiene en las manos un chorro de
agua, el cual colisiona con su planta favorita, la de menta. La mejor manera de
comprobarlo es jugando un partido en su mesa de ping pong. En él demostró tener
habilidades mientras la pelotita iba y venía sin dejar de pronunciar un
minúsculo “tic”; el fastidio se hacía presente en su personalidad cuando la
bola no impactaba dentro del rectángulo.
Estudio
Tres años hace que el
micro lo deja en 1 y 47, donde tiene que caminar algunas cuadras para llegar al
lugar donde optó por estudiar. Aunque le cueste levantarse a de sobremanera, la
mañana es el tiempo que prefiere acaparar para llevar a cabo su formación.
Desde pequeño
en la escuela- también San Luis)- demostraba con el lápiz en su mano un talento
que lo inculcaba sobre las hojas, razón por la que escogió arquitectura. Mejoró
el último año y medio a base de esfuerzo y dedicación.
- El primer año y
parte del otro no me estaba yendo de la mejor manera, estaba un poco perdido
sinceramente- las galletitas “Pepas”, que pone su madre, Ana, sobre la mesa de
afuera, provocan un parate en el habla de Andrés.- Después de las vacaciones de
invierno del año pasado empecé a tomármelo con más seriedad y a aprobar más
materias. – Se muestra más satisfecho y tranquilo, olvida que las migas caen
sobre el piso, cuando habla del último tiempo en Arquitectura. La primer parte
la cuenta con algo de timidez, rasgo recurrente en él.
Castillejos
cree que estudiar por la zona verde y arbolada, el bosque, es un estímulo extra
para estudiar, porque el clima y el ambiente “dan la sensación de menor
exigencia. No sé porqué creo eso, je”, la vergüenza se apodera nuevamente de su
rostro. De a poco eso es menor y se anima a decir lo que cree con mayor
soltura.
Discapacidad
Las risas de
compañeros o la falta de rampas no son un problema cuando transita por los
periplos universitarios, pero presenta cierta dificultad que redobla el esfuerzo
para estudiar. Andrés Castillejos posee dislexia, desde que salió del vientre
de Ana para explorar el mundo. Su simpatía se corre a un lado cuando habla de
este tema y da lugar a la sensibilidad.
- Lo mío es una
discapacidad, pero no lo siento como tal. No es perceptible y por eso no estoy
tan expuesto. Hay problemas muchísimos peores que el mío, aunque no está bueno
tener dislexia, que se complique la lectura de textos, que sea difícil manejar
el dinero, o escuchar ruido que no se produjeron.
Es feliz cuando
dice que los tratamientos que ha experimentado estos años lo han ayudado y casi
no le es un problema sobrellevar la dislexia. No así cuando considera que la
universidad no está preparada lo suficiente para las personas disléxicas.
- La mayoría de los
profesores omiten el hecho de que uno es disléxico y lo minimizan, sin tener en
cuenta que nuestro aprendizaje no es simultáneo al de las personas que no
presentan ningún tipo de discapacidad- un tanto de rabia le aparece cuando
recuerda a algunos profesores que no le tuvieron paciencia- Algunos profesores
me han dejado fuera de la cursada rápidamente, con la excusa de que no estaba
al día y haciendo oídos sordos a mi problema.
Su madre, que
escuchó la última parte de la declaración cuando retiraba el plato semivacío de
las galletitas, quiere ser parte de la nota. Sin dar ningún tipo de vueltas se
acerca y me habla.
- Andrés siempre se ha
superado a la hora de estudiar. Recibió el apoyo necesario por parte nuestra.
Lo ayudamos en la comprensión de textos, le proporcionamos un silencio
extremo para su concentración- no le gusta hablar de este tema como un
problema sino como una forma de superarse, esto lo transmite en su expresión.
Sus tiempos en
el colegio San Luis son muy recordados por él mismo. Extraña discutir con sus
amigos sobre la fecha transcurrida en el torneo local de fútbol. Añora con
cierta lejanía sus discusiones con los profesores. A pesar de las que cree
ciertas falencias institucionales, está muy a gusto con su vida facultativa, pero
echa de menos sus días en la escuela.
- Allí pase buenos
momentos, éramos un grupo muy unido. La dislexia no influyó mucho para mi
enseñanza.- expresa alegremente mientras se acerca a la pecera- En el San Luis
facilitaron mi aprendizaje, me daban lecturas más legibles, textos auditivos,
me permitían usar calculadora siempre. Los profesores y directivos eran muy
comprensivos en eso.
Ahora ya he
superado con creces la dislexia, pero voy a luchar para que los profesores de
la universidad se preparen para estudiantes así, porque sé lo que se siente.
Deben comprender que nuestra exigencia es doble.
Golpea con un
dedo la gran caja de cristal, momento en que los cuatro peces se mueven a una
velocidad increíble. Creen que tendrán la suerte de alimentarse otra vez, pero
Andrés sólo busca divertirse con ellos. Ésa es la única forma que tiene de
comunicarse con ellos cuando no deja caer las artemias o escamas a su hogar.
Andrés ya se muestra desahogado, ha detallado sobre su vida, su
dificultad, sus ansias de triunfar. Su madre inspira un sentimiento similar,
sus hermanos no están.
Un nuevo partido de ping pong culmina con el encuentro, esta vez
no será para comprobar sus aptitudes sino para ganar. Se ve decidido a sacar lo
mejor de sí, como en la entrevista y en la vida.
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