Una llamada bastó
para ponerse de acuerdo. El encuentro había sido acordada días previos, solo
faltaba una cosa: que ambos coincidieran para llevarla a cabo. Y no se hizo
esperar mucho, luego del acuerdo, al día siguiente se concretó. Los nervios de aquella estudiante, por su
primera entrevista, no fueron en vano.
A las 15:30 debían encontrarse en la biblioteca municipal, donde él trabajaba. Allí, media hora antes, la estudiante junto a su grupo de trabajo lo esperaron.
El monstruoso edificio municipal encerrado por enormes rejas grises los condujo mediante carteles y personal autorizado hasta el punto de encuentro. Luego de bajar unas distintivas y antiguas escaleras, una mujer de aspecto peculiar y simpática les preguntó hacia dónde se dirigían y a quien buscaban. Los estudiantes, en armonía, pidieron hablar con Cesar Díaz aclarando que ya tenían una cita previamente arreglada. La secretaria los miró dubitativa,” es que todos lo conocemos por Tato”, dijo sonriente.
“Pasen chicos”- se escuchó una voz de al menos un metro de distancia- era el buscado “Tato Diaz” quien los invitaba a su oficina para llevar a cabo la entrevista. Los alumnos se miraron impacientes. ¿Quién pasaba primero? ¿Quién se animaría a hacer las primeras preguntas? Cálidamente su secretaria les arrimó cuatro sillas, una para cada uno- sonrisas y miradas se intercambiaron en forma de agradecimiento- . Ahora estaban listos para comenzar.
Para romper el hielo, el entrevistado comenzó con un colorido relato de anécdotas de cuando se mudó a La Plata. Luego la entrevista comenzó a tornarse cada vez más seria. Allí los, ahora periodistas, pudieron preguntar acerca de su ceguera, de cómo ésta afectó su vida, desde sus estudios hasta en el día a día, ya que Tato quedó ciego a los seis meses de llegar a la ciudad de La Plata, donde estudiaría Abogacía.
Después de su incidente, decidió estudiar Historia, porque “abogados ciegos está lleno, historiadores no” y él no quería ser uno más del montón. A partir de entonces, muchas puertas se le abrieron y como una persona en situación de discapacidad no se restringió y decidió romper con todas las barreras que lo quisieran limitar.
A las 15:30 debían encontrarse en la biblioteca municipal, donde él trabajaba. Allí, media hora antes, la estudiante junto a su grupo de trabajo lo esperaron.
El monstruoso edificio municipal encerrado por enormes rejas grises los condujo mediante carteles y personal autorizado hasta el punto de encuentro. Luego de bajar unas distintivas y antiguas escaleras, una mujer de aspecto peculiar y simpática les preguntó hacia dónde se dirigían y a quien buscaban. Los estudiantes, en armonía, pidieron hablar con Cesar Díaz aclarando que ya tenían una cita previamente arreglada. La secretaria los miró dubitativa,” es que todos lo conocemos por Tato”, dijo sonriente.
“Pasen chicos”- se escuchó una voz de al menos un metro de distancia- era el buscado “Tato Diaz” quien los invitaba a su oficina para llevar a cabo la entrevista. Los alumnos se miraron impacientes. ¿Quién pasaba primero? ¿Quién se animaría a hacer las primeras preguntas? Cálidamente su secretaria les arrimó cuatro sillas, una para cada uno- sonrisas y miradas se intercambiaron en forma de agradecimiento- . Ahora estaban listos para comenzar.
Para romper el hielo, el entrevistado comenzó con un colorido relato de anécdotas de cuando se mudó a La Plata. Luego la entrevista comenzó a tornarse cada vez más seria. Allí los, ahora periodistas, pudieron preguntar acerca de su ceguera, de cómo ésta afectó su vida, desde sus estudios hasta en el día a día, ya que Tato quedó ciego a los seis meses de llegar a la ciudad de La Plata, donde estudiaría Abogacía.
Después de su incidente, decidió estudiar Historia, porque “abogados ciegos está lleno, historiadores no” y él no quería ser uno más del montón. A partir de entonces, muchas puertas se le abrieron y como una persona en situación de discapacidad no se restringió y decidió romper con todas las barreras que lo quisieran limitar.
-Periodista: Luego de quedarse ciego, ¿Tuvo
miedo al prejuicio?
-“Tato”: Hay mucho
prejuicio. La ceguera tal vez sea la peor
discapacidad, es muy negativa. Estoy pensando en hacer un seminario de
postdoctorado, que me vienen negando. Pero por ejemplo, ayer estuve dando una
charla en el sindicato de televisión y cuando después de tres horas hablando
terminé, un tipo se me acercó y me dijo que valoraba como una persona ciega –no
dijo ciega, porque hasta la palabra “da cosa”- que tenía dificultades, había
venido a dar una charla. Esas cosas son interesantes porque es otro público,
acá en la facultad, al contrario. Así que, el prejuicio está y duele.
Retrocede a su los primeros instantes al quedar ciego y les cuenta que lo primero que pensó fue en suicidarse, pero al cabo de un tiempo, pudo notar que en la vida lo importante no era ver sino sentir lo que se presencia. Y fue así como, a partir de la ausencia de un sentido- el cual él describe como el más importante- en realidad había ganado algo muy importante, algo que él había desaprovechado en sus décadas pasadas: el disfrutar de la vida.
Tato, se describe, desde muy joven como un “timbero” que tomaba y fumaba. Ahora, dio un cambio radical en su vida, nos cuenta como su mujer e hijos complementan y llenan de amor sus días. Lo que más disfruta es andar en bicicleta con su hijo menor, Juan. Pero también disfruta de la natación con ambos o de escuchar a su mujer leyendo el diario durante el desayuno.
Nos relata su vida como estudiante y no puede evitar preguntarnos si hay
algún ciego en nuestra facultad. Nos cuenta cuánto le costaba a él como
universitario generarse la igualdad de condiciones para el estudio, ante la
falta de apoyo institucional.
-P: ¿Usted, como profesor, recibe una capacitación
previa para sentirse preparados en caso que le toque un chico discapacitado?
-T: No. Estimo que en el caso de
un ciego alumno mío, al no usar el pizarrón , cuando mucho me manejo con la
computadora y si no hago leer . Cuando estudié no teníamos ninguna ayuda
tecnológica, cassette apenas y salían carísimos. Grabar un libro en mi época
equivalía a 15 cassettes. Por lo que ahora es más fácil acceder a una ayuda a
través de una netbook, por ejemplo.
-P: ¿Si tuviera que pensar una
situación ideal con respecto a los alumnos en situación de discapacidad, si
necesitan apoyo pedagógico, estructura, etc.?
-T: Primer apoyo, guita. Para
tener una netbook, para poder acceder a cosas fundamentales para el desarrollo
de las actividades educativas. Ahora hay una biblioteca virtual, que ayuda a
estos compañeros ciegos. Hay casi 40.000 libros. También pensar en qué tipo de
apoyo se les puede dar, siempre y cuando lo requieran. Tiene que haber un
gabinete, algo en la facultad en la cual se esté detectando este tipo de
inconveniente. Algunos necesitan la ayuda de sus compañeros para una mayor
igualdad de posibilidades. Conocer un poco más para poder ayudarlos, de eso se
trata.
-P: Tomando en cuenta sus experiencias, ¿Qué le diría a
los chicos en situación de discapacidad que están empezando con sus estudios
universitarios?
-T: Primero que es fascinante, me
parece bárbaro que estudien. Tal vez ahí, yo sea todo un ejemplo; con voluntad,
se puede. Porque la discapacidad, sea cual sea, deprime. Entonces si uno está
estudiando, se junta con otro, hay gente muy solidaria, uno puede tener grupos
de estudio. A mí la ceguera me trajo luz porque yo antes era un desastre,
timbero, no laburaba y la ceguera me cambio. Me dije: “ya no pierdo más en la
vida, vamos a dar batalla”.
A Tato la vida le quitó un de sus sentidos, el cual le produjo un gran vacío pero hoy, varios años después, afirma ser un hombre nuevo. La ceguera lo sacó del fondo de las adicciones para traerle luz a su vida.
María Milagros Rao
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